Terapia de Estimulación Emocional T2E® | El camino del terapeuta
Mi manera de intervenir en mi profesión ha cambiado radicalmente. No sé si la expresión correcta sería “mi forma de ser” o más bien mí forma de “actuar”.
Llevo ya algunos años trabajando en el ámbito de geriatría. Llegué a este mundo derivada de otros recursos y motivada por mis ansias de seguir aprendiendo y no quedarme estancada en un solo ámbito; cuando más pudiera conocer mejor. Así que abandoné todo mi trabajo con pacientes sensoriales, en salud mental y patologías físicas, como esclerosis múltiple, de años previos y me metí de lleno en el mundo de los centros de día y residencias para personas mayores.
Los primeros años, todo se asemejaba al modelo ideal, pero con el paso del tiempo, mi manera de intervenir fue sufriendo desgaste. Por norma general, a los terapeutas ocupacionales cada vez se espera de nosotros terapias en las que participe el mayor número de personas.
Esto nos evoca a dejar cada vez menos tiempo a las intervenciones de callidad y corremos el riesgo de pasar por alto, al intervenir, que son personas y que no tenemos la autoridad de decidir por ellos, en lugar de respetar lo que les apetece hacer en ese momento.
Recuerdo también cuando empecé en esto, que al venir de otros recursos completamente diferentes y también, al ser una persona bastante tímida y con cierta fobia social, no estaba acostumbrada a elevar la voz en las “actividades” y los primeros años me decían que tenía que gritar más porque este colectivo así lo necesitaba, no solo por los problemas de hipoacusia que padece un alto número de la población, sino porque así les “animaba” a que participaran. Me costó muchísimo.
El inicio del curso
En los primeros visionados de los videos, durante el curso, cuando Ruben Muñiz (uno de los profesores), me decía que tenía un tono de voz bastante desagradable por lo alto que hablaba y las muletillas que usaba pensaba: “madre mía, como he cambiado”, ya que no era realmente consciente de ello, hasta que me vi en los videos. Y lo que he visto, no me ha gustado en absoluto.
Esa no es la terapeuta que empezó en sus inicios. Una persona gritona, mandona, sin dejarles tomar decisiones por sí mismos ni pensar, estresada y preocupada por alcanzar los resultados (mis resultados, no los de ellos que parece que no importan), que no para de parlotear y que les sigue la corriente sin pararse a pensar en lo que realmente te están transmitiendo ni en validar sus emociones por falta de tiempo. Que produce “actividades” sin descanso como si de una máquina se tratara, pasando de una a otra a toda velocidad hasta acabar la jornada laboral. Con niveles altísimos de ansiedad provocados por mi exceso de responsabilidad lo que me lleva a querer hacerlo todo perfecto, en tiempo, en hora, etc.
Sí, creo que esa sería la palabra. Con el paso de las sesiones, he aprendido a pensar en ellos más que en mí y en los resultados. A dedicarles su tiempo, un tiempo que es exclusivamente para ellos en donde no importa lo que hagamos o seamos, en donde el mundo se queda parado por unos segundos y sólo existimos nosotros. Y a pensar en mí, aunque suene egoísta; a dedicarme tiempo a mí viendo estas sesiones como un momento para compartir como si fuéramos amigos alejados de presiones, resultados, etc.
Ya no soy quien dirige el grupo en su totalidad, sino alguien que forma parte de ese grupo. Ahora cada vez que nos vemos pregunto cómo están porque realmente me importa de verdad y no como una mera pregunta casual que se hace por cortesía. No me importa, si el grupo se descontrola y acabamos hablando de algo que no tiene nada que ver con la sesión porque he entendido que este es su tiempo, un tiempo que necesitan para expresarse a su manera de múltiples formas. He rebajado mis niveles de ansiedad algo que ha agradecido mi voz y mi cuerpo entero. Me he dejado, simplemente llevar. Me olvidado de tener que dirigir un grupo para simplemente ser con el grupo.
He ido recuperando poco a poco mi antigua esencia de cuando empecé como terapeuta.
No diré que ha sido fácil y aún tengo mucho camino por recorrer porque, como he comentado anteriormente, esto sólo es una hora como mucho de tu jornada laboral. En cuanto, das por finalizada la sesión, vuelves a meterte en un círculo vicioso de prisas, estrés, etc. que debes volver a trabajar y desterrar de tu vida cuando te preparas para la sesión siguiente. Como anécdota diré que fui muy consciente un día, que tras salir de unas de las sesiones de T2E®, en donde iba calmada y totalmente relajada, enlacé con la actividad siguiente que era una tabla de gerontogimnasia, en donde en un momento dado me di cuenta que había cambiado radicalmente mi forma de actuar de una terapia a otra pues ya volvía a estar dando gritos, corrigiendo fallos y pidiéndoles que hicieran los ejercicios, obligándoles a moverse.
Pero estoy segura de que, finalmente, todas las emociones y experiencias aprendidas con la acabaran por imponerse en el resto de mis terapias, aunque ello me cueste luchas y peleas con las Direcciones de los centros.
¿Cómo ha evolucionado mi forma de ver T2E®?
Al principio, era una terapia que me costó interiorizar. La percibía como un compendio de muchas técnicas cuyo objetivo pretendía ser la experimentación de una emoción: musicoterapia, terapia cognitiva, psicomotricidad, reminiscencia, etc. pero sin perder la esencia de todas y cada una de las otras técnicas.
Pero con el paso de las sesiones, me he dado cuenta de que estaba totalmente equivocada y de que va mucho más allá. Prueba de ello, es que los participantes no me piden volver a repetir las sesiones porque “así ocupamos el tiempo y nos entretenemos un rato” como ocurre con otro tipo de intervenciones, sino que los participantes piden volver por lo que sienten durante las sesiones, por los vínculos que se crean en ellas y por los temas que se tratan durante su ejecución que según sus palabras “tienen que ver con la vida más profunda de cada uno de nosotros”.
De ahí, que haya dado tan buenos resultados con gente que se negaba a participar en otras terapias del centro por desgana, por frustración durante su realización, pero que no falta ni a una sola sesión de T2E®.
Ahora me doy cuenta, de que ya me da un poco igual si la sesión no se puede hacer entera, si no sale bien y no se alcanzan los objetivos ese día (ya la repetiré más adelante) y si quien visiona mis videos no manifiesta ninguna crítica positiva sobre ellos. Por eso, contaba en párrafos anteriores que la T2E®, me ha servido sobre todo a mí. Ha cambiado mi forma de pensar y ha revolucionado todo mí mundo y todo lo que conocía hasta la fecha, y en una persona con niveles de ansiedad tan altos como los míos, es todo un éxito.
También, me siento con ellos, y me mimetizo con el grupo, cosa que durante las primeras sesiones era impensable y me dedicaba a dar vueltas como una peonza alrededor de la mesa donde estaban sentados, moviéndome sin parar de un lado a otro.
A nivel cualitativo, se percibe su satisfacción cuando al terminar las sesiones no quieren marcharse de la sala y preguntan que “si no hacemos más” o comentan lo cómodos que han estado o lo bien que se lo han pasado ese día. Muchas veces me piden quedarse con las fotos, poesías u otros elementos que hemos usado para realizar la sesión y me preguntan “por qué con lo bien que estamos aquí no hay más gente” o hacen comentarios del tipo “cuando la gente sepa lo que hacemos aquí, va a haber tortas para apuntarse” o me dan las gracias por “estos ratitos que pasamos juntos, nos vienen muy bien, ya que hablamos de cosas muy nuestras, muy personales y profundas de cada uno”.
Respecto a la satisfacción en mí, la percibo como la sensación de felicidad que me invade al verles a ellos tan a gusto y tan receptivos con la terapia.
¿Cuáles han sido los beneficios de T2E® a nivel grupal?
Si comienzo pensando desde que inicié la terapia, tanto en las sesiones en sí mismas como en los componentes del grupo destacaría el boca a boca que se crea entre los participantes, primero de curiosidad al ser algo nuevo y no saber qué vamos a hacer, después al animarse los unos a los otros para continuar acudiendo los días que alguno no tenía ganas de hacerlo y por último el buscarse en la planta para bajar juntos y recordarse los unos a los otros que ese día les toca “ la reunión de amigos” que es como la llaman.
Dentro ya de las mismas sesiones, un beneficio clarísimo ha sido el comenzar a comentar y revivir situaciones que les han provocado sentimientos positivos desde la última vez que nos vimos y tener ganas de contárselo al grupo.
Se ha conseguido limar también asperezas entre algunos de sus componentes (R. y CD) llegando a un estado de empatía mayor con el otro y aumentando la cohesión entre sus miembros.
Se ha conseguido que residentes que no participaban en terapias o que estaban dejando de hacerlo no se pierdan ni una sesión y animen a otros participantes a unirse a nuestro pequeño grupo.
Y por último, destacaría que se ha conseguido, al menos durante la sesión, mejorar su estado de ánimo al disfrutar mucho durante las sesiones, salir siempre riendo y con ganas de volver e incluso quedarse ellos hablando de sus cosas una vez finalizadas las sesiones, hablando de sus cosas como ocurrió tras la sesión de Turismo Emocional “Dolce Far Niente”.
Silvia Férez Peña Terapeuta Ocupacional
3 Comentarios
Me ha gustado mucho este blog! Realmente si, igual parece tontería pero muchos de nuestros clientes han practicado sesiones de fisioterapia por ejemplo y les ha venido muy bien a nivel salud mental.
Gracias por este artículo Clínica Atles
Gracias por su comentario. Estamos de acuerdo en la importancia de cuidar la salud emocional. Este abrazo.
Gracias, amigo, por su aportación.